
Hoy te traigo un tema que quizá te sorprenda: La situación de los profesionales de la salud animal, los y las veterinarixs.
Para empezar, te contaré que yo soy una de ellas. Estudié veterinaria aquí en Madrid, me especialicé en cirugía y ejercí varios años en varias clínicas en Madrid, Guadalajara y Tenerife.
Dejé la profesión por varias razones:
1.- El estrés: cuando trabajas en una clínica veterinaria te encargas de todo: operar, urgencias, pasar consulta, estudiar casos complejos, hacer radiografías, analítica, coger muestras, cambiar líquidos de cada máquina, mandar cartas recordatorio para vacunas, vacunar, desparasitar, hacer pedidos para la tienda, pedidos de medicamentos, hacer de psicóloga de clientes cuando hay que eutanasiar a su ser querido, hacerle una fiesta al nuevo miembro cuando se acoge a un cachorro, gestionar equipos, etc etc etc…
2.- Falta de reconocimiento: haciendo todo esto que os comento, no dejas de ser un “médico de segunda clase”, que cura bichos. Porque aún sigue sorprendiendo a la gente que un perro tenga diabetes (es que tiene páncreas, señores), o que un gato tenga cáncer, que cada especie es un mundo; no es igual anestesiar a un dogo, que a un chihuahua, que a un erizo, o una iguana.
3.- Falta de vida personal: cuando no estás pasando consulta, estás en un restaurante con el móvil de urgencias y sí, siempre pasa, que según pides la comida, te entra “la llamada” y te despides de tus amigos sin haber cenado, sabiendo que esa noche, ya no volverás a verles.
4.- Remuneración: todo esto, el grado de conocimientos, de responsabilidad… ¿para en muchas ocasiones no llegar ni a ser mileurista?
5.- La vocación no lo es todo. Sí, me convertí en veterinaria por vocación. Pero eso ni significa que pueda pasar consulta gratis, que porque el cliente no pueda pagar yo sea una mala persona si no opero a su perro, que te ponga mala cara cada vez que aprovechas cuando me ves en el ascensor para hablarme del problema de piel de tu gato…
¿Sabías que la veterinaria es la segunda profesión, después de los policías, que cometen más suicidios?
Pues sí, es impactante, lo sé. Como ya has leído, es una profesión compleja y muy muy estresante; además poco reconocida en la sociedad, poco valorada. Y son profesionales que conviven con la eutanasia, tienen la muerte siempre cerca y de alguna forma le ha «perdido el respeto», y tienen muy fácil acceso a los fármacos necesarios para llevarlo a cabo.
Sólo en Madrid, durante la pandemia el número de perros adoptados aumentó un 40%. Y yo me pregunto, si todas esas familias realmente han valorado bien y meditado qué supone la tenencia responsable de un animal de compañía, la pérdida de libertad, las finanzas y la responsabilidad. Porque en muchas ocasiones, el no pensarlo bien acaba en eutanasias. Y esas muertes terminan, indudablemente en la chepa de lxs veterinarixs, y sus conciencias.
Con este artículo pretendo aportar mi granito de arena para dar mayor visibilidad y respeto a estxs profesionales. No sólo los clínicos que estuvieron a pie del cañón durante la pandemia. También a aquellos que se encargan de la salud pública y de que no nos intoxiquemos cuando comemos un filete de pollo o una cuña de queso; son lxs responsables de enfermedades zoonóticas (aquellas que se transmiten de animales a humanos).
Que si estás pensando en aumentar la familia y acoger a un animal, hagas primero los deberes. Y que cuando te encuentres a un o una veterinarix la próxima vez sepas un poco más de lo que probablemente estén viviendo, y les mires con otros ojos.
Yo no me arrepiento de serlo (y digo ser veterinaria, porque aunque no ejerza, nunca dejaré de serlo). Me pareció una carrera fascinante, estudiamos muchísimas asignaturas diferentes y si naciera de nuevo, volvería a estudiarlo. Sólo espero que su situación cambie en un futuro próximo. Yo, por mi parte, estaré siempre dispuesta a acompañarles en el autocuidado, la consciencia y su bienestar físico, mental y social.
¡A tope con lxs veterinarixs!